Edición 10
Opinión
Lo llamábamos animación infantil
Jordi López - Músico y miembro del grupo la Tresca y la Vendresca
Ya hace más de veintiséis años, tres chicos que nos habíamos conocido al escultismo en el área metropolitana de Barcelona, montamos La Tresca y la Verdesca. En ese momento, de una formación como la nuestra, llamamos un grupo de animación infantil. Un conjunto musical que interpretábamos un repertorio de canciones y danzas dirigido a un público infantil y juvenil buscando su participación e interacción (dice que el nombre hace la cosa). Pero parece que con el tiempo esta manera de llamar a nuestra disciplina artística no ha envejecido bien y se han buscado otros eufemismos para llamar la música dirigida a niños y niñas. Parece que "música familiar" es el que tiene mayor consenso. Por los motivos que sea, se ha despojado a la animación de todo valor positivo y la hemos convertido en un concepto anacrónico e incluso peyorativo.

Los años noventa fueron un terreno abonado para hacer crecer un proyecto como el nuestro. En Cataluña el asociacionismo y la educación en el ocio llevaba un buen empuje. Los movimientos participativos y de dinamización sociocultural que habían surgido con la llegada de la democracia ya se habían consolidado, recibían apoyo económico de las administraciones y gozaban de buena salud. Por todas partes florecían actividades y fiestas populares que requerían a menudo un animador infantil o un grupo de animación que dinamizase el acto mediante la música. En aquella época, de referentes donde reflejarnos cuando empezamos, tampoco faltaban. Había un buen número de animadores y de grupos de animación con estilos bastante diversos y suficientemente esparcidos por toda Cataluña; Barcelona y sus alrededores, en las comarcas Gerundenses, en la llanura de Lleida, en pueblos de la Cataluña central e, incluso, algunas propuestas en el Camp de Tarragona. Todo ello nos supuso una buena motivación para poner en marcha nuestro propio proyecto y nos dio suficiente criterio para ir construyendo nuestra propia identidad artística. Todo ese plantel crecía con un zapato y una alpargata y, seguramente, estaba todavía muy poco profesionalizado. Los precedentes de esa escena que se consolidaba tenía unos orígenes claros.

Xesco Boix, el referente
A principios de los años setenta del siglo pasado, en el entorno del Grupo de Folk surge un movimiento de jóvenes que querían cantar canciones populares y músicas tradicionales de todo el mundo, pero con un espíritu participativo y de comunión con el público, buscando la contraposición al movimiento de la Nova Cançó, que considerábamos demasiado rígido. Era un movimiento muy transversal y con muchos intereses y los hubo que también les interesaba recuperar y cantar de nuevo las canciones populares para niños del repertorio tradicional catalán y también de todo el mundo. De todos estos jóvenes que deciden actuar para niños y niñas destaca claramente el nombre de Xesco Boix. En 1971, junto con Josep Maria Pujol y Jordi Roura, Núria Ventura y Laura Pérez deciden fundar el grupo Ara va de bo con esta intención de hacer música para los niños. Xesco deja el grupo al cabo de un par de años para emprender una carrera en solitario. Ahora va de bueno, con una formación cambiante, han continuado trabajando hasta hace poco y sus miembros han sido de los primeros músicos en jubilarse después de toda una carrera profesional dedicada al público más joven, dejando como legado una buena retahíla de discos grabados.
Sin embargo, dejadme destacar la figura de Xesco Boix. Cuando deja Ara va de bo, emprende en solitario el trabajo de cantar para niños y niñas y forja con rigor, tenacidad y autenticidad una trayectoria profesional como cantante y divulgador. Se refleja en el cantante estadounidense Pete Seeger, al que conoció personalmente, pero le pone su sello propio, demuestra un talento y una fuerza especial al interpretar canciones y cuentos y un fuerte magnetismo para conectar con el público. Con su guitarra y su banjo recorrió todo el país actuando en plazas, escuelas y donde sea necesario. Realizó un montón de grabaciones discográficas y algunos libros. Su testimonio alienta a otros jóvenes a emprender el mismo camino como animadores infantiles. Con algunos de estos animadores, Xesco organiza el colectivo Cinco dedos de una mano para compartir repertorios y vivencias que les ayudaran a hacer mejor su oficio. Pero en 1984 su muerte prematura desgarra todo el trabajo que aún le quedaba por hacer. El personaje se convierte en un mito y se amplifica su mensaje. Su trascendencia llega hasta nuestros días. Durante los años ochenta la mancha se esparce y surgen nuevas generaciones de animadores y compañías de artistas que utilizan la música para dirigirse al público infantil. Los proyectos se diversifican. Hay quien incorpora elementos del teatro de calle y de esta mezcla nacen muchos grupos de pasacalles donde la música en directo y la animación sigue siendo una herramienta para llegar al público. Algunos incorporan títeres, otros se centran en la música tradicional, payasos que se acompañan de bandas de rock… El abanico era rico y los circuitos de fiestas populares crecía y permitía que todo el mundo fuera trabajando.
Estancamiento creativo
A finales de los años noventa los animadores y músicos que se dedicaban profesionalmente a realizar espectáculos para los niños tienen la necesidad de agruparse en un colectivo. Un punto de encuentro y una especie de gremio para conocerse mejor, compartir inquietudes y tener más fuerza para reivindicar las necesidades que tenían como colectivo. En ese momento nació el AMAPEI (Asociación de Músicos y Animadores Profesionales de Espectáculos Infantiles). Se hizo mucho trabajo y se establecieron vínculos, pero, por desavenencias, por el desgaste o la falta de motivación, la asociación se fue marchitando al cabo de 10 o 15 años. También porque surgían con fuerza otras entidades que agrupaban a profesionales de todas las artes escénicas dirigidas a todos los públicos como la TTP (Asociación Profesional de Teatro para Todos los Públicos) que también acogió a la gente de la música. La mayor parte de las problemáticas y necesidades del sector eran comunes a muchas disciplinas y todo el mundo se sentía representado.

En estos primeros años del cambio de siglo, mi opinión es que la disciplina artística de la animación cae en un cierto estancamiento creativo. Las fórmulas se repiten sin terminar de dar una respuesta que se adapte a los nuevos tiempos. La efervescencia que se había vivido y la potencia del referente que suponía la figura de Xesco Boix pienso que incluso pesa demasiado. Las propuestas caen en clichés musicales y artísticos en general. Quedan encasilladas en una estética y una forma de hacer que desde fuera se ve antigua y que no encuentra el encaje en la modernidad de los tiempos. Llegan unos tiempos en los que la forma pesa demasiado y hace que los públicos y los programadores pierdan el interés en el contenido de los espectáculos de animación. Animadores y grupos siguen trabajando. Parece, sin embargo, que la animación sigue haciendo falta en muchos momentos del ciclo festivo, pero todo se mueve en una esfera que no trasciende a los medios de comunicación ni al público más general.
Por contraste, en esta época, otras disciplinas artísticas de las artes escénicas dirigidas a la infancia sí han sufrido una evolución y crecimiento. Las compañías de teatro, de títeres, circo… se profesionalizan mucho y esto tiene un impacto en las creaciones de los espectáculos que surgen, que dan un salto de calidad. Se apuesta por invertir y poner más intención en las dramaturgias, la construcción de escenografías y de títeres, los vestuarios, los aspectos técnicos de iluminación, sonido, proyecciones… Crece la calidad y el prestigio del espectáculo para niños. Esto se nota en las programaciones e incluso muchas compañías catalanas entran en los circuitos de festivales internacionales. Exceptuando algunas compañías del mundo de la música para niños y niñas, los grupos y animadores siguen trabajando pero sin desarrollar demasiados muchos aspectos de sus creaciones.
También es en esta primera década de los años dos mil que desde todas las artes escénicas se cuestiona el término infantil para definir los espectáculos. Se busca reflejar que los espectáculos van dirigidos a un público más amplio, que los niños vienen a los espectáculos acompañados de adultos y que los espectáculos también tienen registros para agradar tanto a pequeños como a mayores. Se consolidan términos como "todos públicos" o "público familiar"
La Tresca, puesta en contexto



Recuerdo que en estos momentos desde La Tresca todo esto lo vivíamos con cierta crisis interna. La animación nos daba trabajo, pero también nos hacía sentirse incómodos. Nos sentíamos un poco descolocados y estancados. Optamos por centrarnos en la música y no verla tanto como una herramienta de dinamización sino como nuestra finalidad. Intentamos ensanchar nuestro abanico de propuestas. La voluntad era crear espectáculos para realizar en los teatros sin buscar la participación del público. Nos aventuramos con nuevos lenguajes y empezamos una época de coproducciones trabajando con compañías de teatro familiar.
Pero en los últimos años se ha producido un cambio espectacular en la escena de la música familiar (todo el mundo parece encontrarse mejor con esta etiqueta). Algunos grupos y artistas han roto el techo de cristal que había en lo que se refiere a la popularidad y llegan a un público más mayoritario que parece que descubra de nuevo que hay música para niños y familias. Nace un nuevo circuito con espectáculos mucho más multitudinarios. No os sabría explicar a ciencia cierta cuáles son los motivos que han permitido este chasquido, pero intentaré aportar algunos.
De entrada la sociedad ha puesto un poco más en el centro a los niños y su crianza. Los nuevos padres y madres, o mejor dicho, las nuevas familias, han puesto mayor conciencia en la educación de sus hijos e hijas. Quieren ofrecerles también una vida cultural rica y se buscan experiencias satisfactorias para vivir juntos en familia, sobre todo en la primera infancia. Esto también llega a la música y crece el número de familias que prestan atención en qué música quieren que escuche su descendencia.
Otro motivo sería el crecimiento exponencial del mundo audiovisual. Los niños y niñas disponen de muchas más pantallas y los vídeos llegan por tierra, mar y aire. Algunos artistas han cuidado mucho su producción audiovisual y han crecido muchísimo en las visualizaciones de los vídeos y, por tanto, en popularidad. Con la aparición de las plataformas de televisión esta vertiente irá seguro a más. Las redes sociales también han favorecido este proceso. Las últimas generaciones de padres y madres están muy conectadas y las redes son uno de los principales canales de información. Los artistas que han sabido entrar en este lenguaje pueden conectar muy fácilmente con un grosor mucho más amplio de público y hacer llegar sus propuestas a mucha más gente.
Las compañías que crecían se han sabido profesionalizar y han hecho crecer sus productos artísticos a medida que se ensanchaba su base de público. Seguro que también ha ayudado el hecho de que en los últimos años el público escucha con muchos menos complejos música en catalán. Hay mucha más producción de artistas jóvenes catalanes que tienen talento y medios para llegar al público. Si el público consume con mayor normalidad música en catalán, lo ofrecen a sus niños. Si crece el mercado crecen las producciones. Ahora falta que esta producción también crezca en calidad porque todo el mundo se apunta al carro de hacer música para niños y niñas y en las plataformas hay un montón de producciones cargadas de clichés y de pedagogía, entrada con calzador, que no acabo de averiguar de dónde salen y que encuentro muy poco interesantes.
En cualquier caso, la profesionalización ha llevado a esta nueva escena adaptarse mejor a los tiempos actuales y se ha dado una mejor respuesta a los tiempos. Parece que así se ha llenado un poco ese vacío que existe de música para público familiar en catalán para un público más mayoritario.



El papel de los festivales
Dejemos añadir a todo esto que en los últimos años, dentro de la oferta musical del país, se han impuesto con mucha fuerza los festivales. Se han esparcido con gran éxito por todo el territorio. Los organizadores de estos festivales han olfateado que el público familiar es un cliente emergente que llega con mucha fuerza y en muchos de estos festivales han hecho un sitio dentro de su programación dando cabida a esta nueva escena de grupos que despuntan. Y yo todavía diría más; también han crecido por el territorio festivales que se dirigen sólo a público familiar. En estas nuevas ventanas festivaleras para público familiar, aparte de acoger a algunos grupos dirigidos realmente a público familiar el criterio del programador es el de hacer actuar grupos de música de adultos ya populares que actúan también para niños y niñas. La adaptación que parecen hacer en estos festivales para ajustarse al público más pequeño es dar un concierto más corto y bajar el volumen. Es totalmente lícito y respeto esta opción porque a muchos padres nos gusta ir a ver a los grupos que nos gustan con nuestros hijos (y me incluyo), pero cuando la mirada del grupo que se propone actuar por niños no es suficientemente respetuosa o no acaba de saber cómo conectar con este público, siento que nos están dando gato por liebre. Cuando estos grupos son muy populares, creo que juegan injustamente con ventaja.

En cualquier caso, tratando de concluir toda esta historia, tenemos un nuevo paradigma de la música para niños y niñas que se está adaptando a la actualidad. Los artistas buscamos la modernidad rehuyendo de todo lo que pueda parecer “kumbayano”. Refugiados en la nueva etiqueta de música familiar, parece que hemos olvidado nuestros orígenes. De acuerdo en decir que el sector de la música para niños arrastra un deje de antigüedad. Que la profesionalización nos ayudará a subir la calidad de nuestras producciones, pero espero que velar demasiado por la forma no nos haga perder el contenido. Que un rebozado espectacular, crujiente y sabroso no nos haga olvidar que dentro de la rodaja debemos tener un calamar de calidad, nutritivo y cocinado en su punto. No quisiera ser de los que dan gato por liebre.
Después de todos estos años de dedicación profesional a la música infantil o familiar (diga como quieras, que ya no sé si el nombre hace la cosa) me siento reenamorado de nuevo por la disciplina de la animación, por la capacidad de plantarse ante un auditorio que quizás no sabe ni quién eres y tener las herramientas para llamar su atención, cautivarlo y y, en definitiva, modificarlo, tocarle "el alma". Pienso que éste es nuestro oficio, que hay que ir puliendo, mejorando, renovando, actualizando, pero sin perder la esencia y la autenticidad. La música y las canciones son nuestra materia prima y debemos poner el corazón, el alma y nuestro saber al componerlas e interpretarlas, pero al subirlas a un escenario, si queremos conectar con nuestro público, deberemos utilizar las herramientas que nos da la animación, un género autóctono que en Cataluña se ha desarrollado de una manera especial. Que, en lugar de rehuir, debemos estar orgullosos.